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Situación laboral de los ciegos venezolanos en el siglo XX

Hombre ciego vendiendo lotería. En tiempos remotos las personas ciegas fueron sometidas a trabajos forzados por considerar que sus cegueras eran castigo religioso. Más tarde se les abandonó a su propia suerte y, posteriormente, se les permitió pedir limosna. Algunos gobiernos, como el del rey San Luis IX, les construyeron asilos; pero luego tuvieron que deambular por las calles, pidiendo dinero y bienes para el sostenimiento de dichos asilos. Unos medio tocaban un rústico instrumento. Otros cultivaron la música formalmente, como los españoles Antonio de Cabezón y Francisco Salina.

A partir de la Edad Media algunos se dedicaron a cantar o recitar acompañándose de un laúd o tocando la flauta.

En las postrimerías del siglo XVIII el francés Valentin Haüy logra de la Asamblea Nacional de su país una ley mediante la cual las personas ciegas capacitadas para ayudar en la docencia dentro de la misma institución creada por él, para la educación y asistencia de las personas privadas de visión, podían optar al cargo de Repetidor por una módica remuneración, pues ellos estaban internos y recibían asistencia.

Con el advenimiento del sistema braille el carente de vista ha tenido menos obstáculos en el aspecto educativo y, aun cuando la mayoría ha dejado de pedir limosna, en el campo laboral han conseguido barreras difíciles de vencer. Situándonos en Venezuela, las crónicas no refieren la situación de nuestros indígenas sin vista. Tampoco se dice nada sobre los ciegos durante la independencia y guerrillas posteriores. Los albores del siglo XX encuentran al ciego venezolano, sobre todo en Caracas, recorriendo las calles sin lazarillo, empuñando un rústico bastón, el cual también le servía para tratar de defenderse de quienes le molestaban.

Quien trató por primera vez la problemática de la ceguera en nuestro país fue el oftalmólogo caraqueño José Manuel Espino, en el número 8420 del diario El Universal, el 20 de octubre de 1932, en el que hacía un llamado de atención hacia ese sector desprotegido de la población.

Limosneros fueron la mayoría de los primeros alumnos de Mevorah Florentín, introductor del sistema braille en Venezuela e iniciador de la educación especial en el país, quienes rechazaban las clases para no perder tiempo en recaudar dinero para el sustento, y que por el aumento sucesivo de las dádivas accedieron a aprender a leer y escribir . Así fue como empezaron a estudiar y dejaron de mendigar. Instruidos hasta sexto grado, salieron a vender baratijas.

El oficio que caracterizó a la persona ciega y con baja visión en las décadas de los 50 y 60 fue la venta de cuadros sellados del juego de caballo del 5 y 6, que dio paso a la buhonería. Ambos son inestables pero fáciles de desempeñar y producen una entrada económica más o menos considerable. Esto explica que hayan dejado otras ocupaciones , como la venta de billetes de lotería, que producen una entrada menor , los puestos en los mercados libres, de fuerte competencia con las personas que ven,enrollado de cables, lijado de cañuelas, ascensoristas en edificios privados, docencia por horas, y masoterapia, todo de poco beneficio monetario y difícil acceso a los sitios de trabajo .

La venta de cuadros de caballos en sobre cerrado fue, aparte de novedosa , una forma de facilitarle al público jugar al 5 y 6 , por cuanto acudir a los puestos de sellado tenía sus limitaciones , sobre todo en el interior de la república. Ahora, cuando hay tantas facilidades para sellar, esta ocupación se convirtió en una forma decente de solicitar la caridad del público, aun cuando no deja de ser un trabajo, ya que este juego está institucionalizado. Su inestabilidad consiste en que el vendedor pierde los cuadros que no le sean comprados.

En la ocupación de pequeños comerciantes (buhonería), el vendedor ofrece algo de utilidad. Su inestabilidad consiste en que los puestos de buhoneros en la calle, legalmente no están permitidos; de allí la necesidad de ubicarse en sitios acondicionados y permitidos por las autoridades competentes

En diversas ocasiones se ha planteado que los ciegos no están mejor ubicados en trabajos dignamente remunerados porque no tienen la debida preparación. Estos aducen, por el contrario, que no ameritan tal preparación porque de todas maneras terminan siendo buhoneros. Sin embargo se han presentado casos, sobre todo en el campo educativo, en los cuales la persona ciega no ha podido ser empleada por no tener el título requerido. A muchas de esas personas apenas si les falta un año o nada más la tesis para obtener su grado. Algunos han dejado sus estudios por esa flojera que parece caracterizar a muchas personas con limitaciones, y otras por falta de asistencia.

Como se observa, los casos son variados y los hace más complejos la situación general del país, donde ingenieros, técnicos, fabricantes y otros profesionales, son taxistas, plomeros a domicilio, vigilantes privados, y desempleados. Aparte de un mercado organizado de buhoneros, se ha sugerido la implantación de un “cupón de ciegos” como se hizo en España en 1938. Esto último fue votado a favor por la VIII Convención Nacional de Ciegos (1989), y ratificado por la VIII sesión de la asamblea de la Federación Venezolana de Instituciones de Ciegos (FEVIC). En el primer simposio sobre la realidad tiflológica venezolana las opiniones al respecto estuvieron divididas por el temor a que las personas ciegas no buscaran superarse y se conformaran con el trabajo fácil. FEVIC comenzó a dar becas; pero los aportes que comenzó a dar el gobierno nacional resultaron insuficientes. Con estas insuficiencias terminó el milenio sin cupón u otro beneficios.

Nota: Este artículo fue tomado de Signo Generador, órgano Divulgativo del Consejo Venezolano del Braille, año 15, número 17, diciembre 2016. Fue escrito originalmente en el año 1989.


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